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Reflexiones en tiempo de pandemia

Reflexiones en tiempo de pandemia
28/05/2020
admin

Durante este tiempo de pandemia nuestra vida diaria se paró de golpe. En nuestro día a día nos dedicamos a muchas cosas todo el tiempo, nos llenamos de ocupaciones para distanciarnos de nuestros sentimientos incómodos de inseguridad, soledad, ansiedad, tristeza.

Durante el confinamiento no podemos echar mano de los mecanismos de protección habituales. La ausencia de contacto, el silencio, la incertidumbre, el aburrimiento nos hace mirar hacia dentro. La propia situación nos pone en contacto con experiencias pasadas de peligro, soledad, abandono, vulnerabilidad. La forma de reaccionar de cada persona dependerá de sus experiencias previas, de forma que se verán más afectadas aquellas personas que hayan vivido en el pasado situaciones parecidas que no hayan podido elaborar, porque sus mecanismos de afrontamiento estarán dañados y su resiliencia disminuida. Lo que marca la diferencia en los efectos que tenga una situación estresante es la existencia o no de un entorno empático, la presencia de alguien que nos acompañe, nos escuche, comprenda, acoja y dé importancia a lo que nos pasa.

Para que un acontecimiento se defina como estresante ha de cumplir unas condiciones. La primera es que sea inevitable, que no podamos huir de la situación; la segunda que la intensidad del acontecimiento exceda nuestra capacidad de respuesta, esto es, que no podamos dar salida a la experiencia física y emocional y ésta quede bloqueada, porque se convertirá en una experiencia traumática que daña la resiliencia.

En el momento actual hay muchos colectivos sometidos a un alto nivel de estrés: personal sanitario, personas de alto riesgo, familiares de enfermos, personal de seguridad, de servicios mínimos, de funerarias. Están desbordados  pero deben continuar, no hay tiempo de elaborar la situación y obtener un equilibrio. Estas experiencias no desaparecen, quedan bloqueadas, "encerradas" en el cuerpo y aparecerán más adelante, cuando la presión afloje. Incluso las personas que no están en primera línea de atención tienen miedo a contagiarse, a contagiar a otros, a la muerte propia y de sus familiares o amigos, a la pérdida económica. Las seguridades en las que nos apoyábamos hasta ahora se tambalean y nos sitúan en una incertidumbre de la que no podemos escapar.

Muchos profesionales de la salud mental nos sumamos a proyectos voluntarios de escucha y acompañamiento emocional. En una situación como la actual no es momento de hacer psicoterapia  sino atención en crisis. El objetivo es favorecer la liberación emocional, para ello escuchamos, dejamos hablar sin aconsejar ni intentar resolver nada, reconocemos la importancia de la  vivencia de cada persona, favorecemos que contacte con lo que le pasa sin necesidad de escapar o distraerse. Es importante realizar una labor psicoeducativa sobre las reacciones que consideramos normales en esta situación extraordinaria porque ayuda a comprender y normalizar lo que nos ocurre.
La aceptación de la situación pasa por reconocer y aceptar cómo nos sentimos, qué podemos aprender de esto, cómo podemos autocuidarnos y cuidar a los demás. Antes de llegar a la aceptación pasamos por varias fases. La negación (quitar importancia a lo que pasa; pensar que no nos va a afectar; minimizar el problema); la rabia (dirigida a las autoridades por no haber tomado medidas en tiempo; hacia las personas que creemos que no están siendo estrictos con las medidas de seguridad; hacia los que desmantelaron la sanidad pública); miedo (a enfermar uno mismo o alguien querido; a si seremos bien atendidos si enfermamos; a las consecuencias; a si podremos atender las necesidades básicas de nuestra familia; a poder despedirnos si un ser querido fallece). Es posible que no lleguemos a la fase de aceptación quedándonos "atrapados" en alguna de esas etapas o ir moviéndonos de una a otra sin acabar la secuencia.

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