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También soy mi mochila

También soy mi mochila
21/11/2018
admin

Venios al mundo pletóricos de posibilidades, con un sin fin de caminos abiertos a nuestro alrededor;  y luego el tiempo, jardinero loco, se encarga de ir podando los brotes tiernos de nuestras otras vidas potenciales, hasta dejarnos encerrados en la rama pelada  de lo que somos. Rosa Montero (artículo El País "El deseo de ser otro)

Vivimos cargando con una mochila que contiene varias cosas, entre ellas, los problemas no resueltos, nuestras heridas no curadas, y la forma con que mejor hemos podido lidiar con todo ello.

Todo/as hemos crecido con algún tipo de carencia emocional: alguno/as no hemos sido escuchados porque nuestras madres sabían lo que era mejor para nosotros/as o porque en casa había problemas más serios a los que atender; otro/as no hemos recibido un trato cuidadoso porque nuestros padres tenían prisa y pasaban muchas horas en el trabajo, llegaban con poca paciencia y esperando que fuéramos bueno/as; otro/as no hemos recibido un trato amoroso, las muestras de cariño se entendían como algo ridículo; otro/as hemos sido abandonado/as o sufrido violencia y abusos: otro/as hemos contactado demasiado pronto con la experiencia de la muerte, un hermano/a, un padre, una madre.

De pequeño/as no nos llama la atención el entorno en el que crecemos ni nos damos cuenta de las necesidades emocionales no satisfechas porque, como no conocemos otra cosa, nos parece normal, hasta que observamos otras realidades en las familias de nuestro/as amigo/as. Aunque no nos demos cuenta, estas vivencias nos configuran y desde bien pequeño/as creamos una estructura defensiva con el objetivo de protegernos que, si bien en su momento resulta útil, con el tiempo y el cambio de las circunstancias puede convertirse en autodestructiva y, cuando menos, en limitadora.

Cuando una persona inicia un proceso terapéutico es muy importante tomar en serio esta estructura defensiva, que constituye su dificultad para cambiar. Cualquier persona necesita ser reconocida en lo que le pasa antes de abrirse a la posibilidad de cambio. Como psicoterapeutas necesitamos aprender a mirar a través del cristal con el que mira otra persona para comprender cómo ve el mundo, cómo piensa, cómo siente. Dice Irvin Yalon, psiquiatra y psicoterapeuta, que "la realidad no es algo que esté disponible en el exterior sino algo que cada uno de nosotros construye, o fabrica, hasta un grado importante."

Soy una psicoterapeuta humanista y, como tal, considero que cada persona es única y singular, con potencial para el cambio y con capacidad  de decisión y de responsabilidad. La terapia es nueva para cada paciente, la construimos entre los dos y juntos vamos encontrando el camino. Hay un conjunto de conocimientos y experiencias en los que me apoyo pero permaneciendo siempre abierta y dejándome impresionar por cada cliente. No existen recetas ni soluciones mágicas.

Esta es una razón por la que no doy (damos) consejos. La terapia no consiste en aconsejar porque un consejo es marcar una dirección de comportamiento que siempre incluye una escala de valores, aquello que consideramos más importante y protegemos cuando actuamos: ¿es más importante mi autonomía o la lealtad a alguien? ¿antepongo el trabajo al afecto? ¿Qué soy capaz de hacer por amor? Cada elección pone en cuestión nuestra escala de valores, nos dirige por caminos diferentes y tiene distintas consecuencias. Como terapeutas apoyamos siempre la capacidad de elección, la autonomía y la responsabilidad de nuestros clientes.

En casos extremos sí marco una conducta. Entiendo por casos extremos situaciones de maltrato, violencia o abuso; cuando está en juego la vida o la salud de una persona; o con personas que están muy perdidas, personas con una personalidad desestructurada y que necesitan dirección. En este último caso, lo entiendo siempre como paso previo a que recuperen, a través del proceso terapéutico, su capacidad de decidir y su autonomía.


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